La tranquilidad de tres parroquianos, en un restaurante de mala muerte, se interrumpe con los gritos destemplados de una niña. Inicialmente parece ser a causa de un berrinche, pero a medida que estos gritos van tomando un cariz gutural y espantoso; el personal del restorán, como si de un equipo de emergencia se tratara, sale disparado hacia una pequeña puerta verde ubicada al final del pasillo de los servicios sanitarios.
A medida que los gritos aumentan y los ruidos de lo que parece ser una pelea se tornan amenazantes, los contertulios, que de costumbre son indolentes, comienzan a inquietarse.
De pronto la diminuta puerta verde se abre, de ella emerge una de las meseras con el rostro desencajado para acercarse solícita hasta la mesa en la que los tres hombres la miran con sorpresa. Ella les pide, que busquen en youtube: Tekubi, Capítulo I. Paralelamente a esta petición los gritos disminuyen, hasta que cesan por completo, mientras uno de los jóvenes da con el capítulo en cuestión.
Observan que el capítulo no difiere de otras series niponas, personajes con ojos enormes y barbillas mínimas, pelos puntiagudos y cuerpos andróginos. Eso al menos, hasta que aparece una muñeca negra, que habla y se mueve de manera extraña, como entrecortada. Los niños de la serie, sufren, pues ella les provoca algo en sus mentes, sangran de la nariz y ríen con estrépito. Hasta que un pequeño se acerca y la atrapa sin problemas. Entonces la cabeza de la muñeca comienza a girar y se desprende rodando hasta la pantalla, en ese momento sus ojos se abren y miran directamente al espectador. El capítulo termina ahí. Esto causa gracia en los tres hombres, uno está a punto de decir barbaridades, cuando la mujer, con un ademán, los hace callar, se voltea e indica la puerta verde del final del pasillo.
Una especie de sollozo, similar a esas oleadas de aullidos de perros que por las noches, por esas raras noches, nos desvelan, va ganando volumen. La mujer se impacienta, va dubitativa en dirección al pasillo. Se detiene en seco, porque la puerta se abre lentamente, aumentando el volumen del sollozo que se transforma en estruendo gutural. Lo emite una pequeña de unos cuatro años, desaliñada, lleva en sus manos una muñeca negra, desnuda. La mujer intenta arrebatársela, forcejea con la niña y la cabeza de plástico sale volando, cae al piso, rueda hasta las inmediaciones de la mesa de los tres hombres, que observan aterrados, como al detenerse la cabeza de muñeca abre sus enormes ojos y los mira.
Inmediatamente la niña, emite un grito imposible de describir y con mirada perdida, parece observar algo indefinible en el centro de la habitación.
Los hombres huyen atropellándose en la salida, han abandonado el restorán de mala muerte, en este repudiable acto, interpretan lo que conocemos como “Perro muerto”.