Hablamos constantemente de literatura fantástica y en ella solemos incluir una serie de subgéneros que tienen características bastante definidas y que, para aquellos puristas, talibanes de los géneros, debe mantenerse tal cual han sido conformadas y estudiadas durante décadas.
Nosotros, los Austrobóreos hemos entrado en la literatura con la convicción de que es posible ir más allá y sentar nuevas bases para entender la narrativa fantástica o como preferimos llamarle, “narrativas del borde”. El nombre hace alusión a la deslimitación que es posible generar en narrativa, a difuminar los bordes internos de los géneros y traspasarlos hacia una ilimitación liberadora del genio literario, una especie de hibridación de géneros con un componente común, que vendría a ser lo ominoso. Nuestra visión acerca de esta transgresión del borde autoimpuesto, sin duda alguna va a contrapelo de esta terquedad que existe con delimitar todo el quehacer literario y clasificarlo, estructurarlo tal como se hacía desde comienzos y hasta mediados del siglo XX.
Últimamente hemos visto polémicas entre escritores en diversos países en que se intenta definir si aquello que escriben es o no determinado género, utilizando en ciertos casos a teóricos que en algún momento crearon clasificaciones que permitían realizar estudios estructuralistas o formalistas en torno a los textos y en base a ellos determinar, limpiar, el objeto de estudio con un afán cientificista que creemos en el área artística, principalmente en literatura, es una pérdida de tiempo. Primero, porque es necesario siempre tener como parámetro la calidad literaria antes que su ajuste al género. Calidad que creemos estará dada por el ritmo y la trama en que nos envuelva el escritor. Segundo, porque asumimos que no hay arte que no provenga de un referente que a su vez está fuera de la clasificación que hace parte del género. Es cierto que podemos clasificar dependiendo de las afinidades con las que el texto interactúa, con los elementos que utiliza para armar su trama, con las características que tienen sus evoluciones dentro del relato. Pero así, como existen textos fácilmente clasificables hay otros que no los son tanto, que beben de muchas vertientes, que se inmiscuyen en diversas maneras narrativas para armar un invunche literario, un Frankenstein narrativo. Es precisamente ese híbrido, ese nuevo ser rechazado por la normalidad a lo que apuntamos con nuestra manera de ver la literatura. No estamos realizando una nueva clasificación, estamos deconstruyendo las maneras de clasificar, para quedarnos con lo que apunte a lo ilimitado, a esa manera transgresora que hoy y desde siempre ha estado en la narrativa fantástica general en donde caven todas sin mayores complejos.
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