Cuento escrito en colaboración con el escritor mexicano Aarón Hernández para el especial lovecraftiano de EL FOSO de Austrobórea Editores.
LA VOZ VENÍA de una dimensión lejana, tal vez de un extremo del túnel. Era insistente y él sólo pretendía continuar sumido en ese espacio intermedio entre el sueño y la vigilia. Un remezón lo sacó definitivamente de su modorra, estaba tendido sobre cuerpos de soldados muertos, se volteó y sintió como la lluvia golpeaba su rostro mostrándole de paso un cielo gris por las nubes de lluvia y por el humo. A su lado, con un fusil en sus manos y apoyado en una pared de tierra amarillenta un soldado de aspecto descuidado y mirada desencajada apretaba los dientes, lo miró furtivamente y le gritó.
«Cómo puedes quedarte tan fácilmente dormido cada vez que quieres, ni siquiera has sentido mis disparos y las explosiones»
Se arrodilló sin entender, intentó ponerse de pie, pero inmediatamente el soldado lo tomó de un brazo arrastrándolo hacia abajo.
«Qué, estás loco, despabila imbécil, somos los únicos vivos en esta trinchera, no me quiero quedar solo, ten toma tu fusil, demuestra actitud, ya seguirás durmiendo luego»
¿Luego de qué?, se preguntaba, hasta ese momento no había caído en cuenta de que se encontraba en medio de una batalla, en el fondo de una trinchera, con una enorme cantidad de cuerpos humanos que servían como suelo alfombrado, recién sintió las ráfagas de las balas al pasar sobre su cabeza, de los estallidos cercanos y lejanos.
«Contra quién peleamos» preguntó con miedo…
«Contra el enemigo Philiphe, contra esos malditos es que peleamos, pero no te preocupes, no tenemos nada qué hacer en este momento más que resguardar nuestros pellejos, pronto llegarán los aliados, nos sacarán de este agujero»